En Tampico, entre el ruido de los camiones y el ir y venir de la gente, Ángelo Bravo Sánchez avanza con paso firme. No ve, pero conoce cada esquina de la Presidencia Municipal y de la ciudad por el sonido, por la vibración del pavimento y por la guía de su hijo, quien lo acompaña cuando sale a vender las galletas que él mismo elabora. Es su manera de sacar adelante a su esposa —quien también es ciega— y a sus tres hijos.
Ángelo recuerda que aprendió a hacer galletas en un curso de cocina en el DIF de Altamira. “Nos enseñaron de todo: barrer, trapear, lavar, cocinar… todo para que no dependiéramos de nadie, para poder llevar nuestro día a día”, cuenta. De ahí nació el oficio que hoy mantiene a su familia.
Su esposa, además de ama de casa, tiene preparación en braille, psicología y otras áreas, pero la realidad económica los ha obligado a encontrar nuevas formas de sostenerse. “Tanto el y ella se avientan a todo, porque aquí uno tiene que salirle al día. A mí siempre me ha gustado más platicar con la gente que estar estudiando, y pues entre la plática sale todo”, dice entre risas.
El recorrido diario no es sencillo. Para vender, Ángelo debe subir escalones, camiones, transbordar, esquivar autos que no siempre respetan, y moverse entre personas que, como él mismo dice, “no todos están en transición”, en referencia a la falta de sensibilidad hacia las personas con discapacidad visual.

Aun así, no se rinde. Trabaja por él, por su esposa y por sus hijos. “Mi vida la llevo en dos horas que salgo a vender, pero con eso vamos saliendo”, afirma. Cada charola de galletas horneada en su hogar representa más que un ingreso: es un acto de resistencia, de dignidad y de amor.
La historia de Ángelo es la de miles de personas con discapacidad que luchan por abrirse paso en un entorno que no siempre está adaptado para ellos, pero que se niegan a dejar de avanzar.
El vendedor de galletas vive en la colonia Nuevo Madero en Altamira, a sus 19 años perdió la vista al caer de un andamio y al golpearse la cabeza con el pavimento se le atrofió su nervio pórtico que hoy lo tiene en esta condición a sus 38 años de edad.
